Compartir la merienda…
Entonces, una tarde cualquiera, nos animamos a invitar a una amiga a compartir la merienda. Recordando un gesto de infancia, el de repartir en el recreo lo que se tiene entre les amigues.
A veces a la Casa le cuesta traslucir sus muros para dejar ver lo que hay dentro; pero así, con un poco de timidez, nos dejamos llevar por el intercambio de sus canciones y nuestras ganas de armar este ciclo.
La suavidad de su voz, y ese registro cálido y afectivo, suena en un rinconcito acogedor listo para el té, y para compartir a media voz chusmerios y susurros de media tarde.